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Investigación a través de la reflexión, proponiendo esta misma como única intención. 
Encontrar el sentido visceral o sinceramente humano de “hacer algo“ es casi imposible en este espacio-tiempo, el consumo es protagonista o personaje secundario en casi  todas las reuniones, conversaciones, espacios. Las mismas relaciones sociales, objeto de consumo, cosificadas y cosificantes, “la procesión va por dentro”, hasta hablar de la emoción tiene una serie de códigos decididos por terceros, terceros a los que pagar de alguna forma. La psicóloga, la copa, la música, las redes. El mundo es tu peli favorita, las personas, los actores que mejor encajan. El pensamiento evoluciona, filosofías del siglo XXI y perversiones de todo tipo observando el comportamiento humano dictan nuevos “bien” y nuevos “mal”. Los vínculos sociales como objeto de deshecho, creyendo en una cinemática “libertad” de elección, ¿o consumo?
Entre tantas necesidades, no hay nada, no hay control que alcance, ni objetos suficientes o suficientemente ella, para identificarse, porque tiene que ¿identificarse?, ¿ser un algo que venderle a alguien?, ¿comprarse a sí misma?
La compra como método de supervivencia. 
La indústria de la moda, paralelismo entre esta y las relaciones sociales como compra-ventas.
Una búsqueda de la capacidad mínima para dormir y despertar, con más sentido que formar parte de una cadena de consumo. 
Pero evidentemente, desde dentro de ella. 

Nuevos bien,

nuevos mal

 

y la promesa de satisfacer los deseos

Si te haces una pupa profunda, debes desinfectarla y protegerla, reúnes tu kit de cosas para curarte en casa y te das cuenta de que te falta algo (más). 
En mi caso, solo me falta uno de los componentes del kit asique me acerco en un momento a la framacia más cercana a por el botecito de Cristalmina. Cuando llego no puedo evitar acordarme de que se me va a terminar la pasta de dientes, de que pesarme estaría bien pero mejor en otro momento, veo la nueva edición de las cremas de La Roche-Posay y Clinique, que prometen junto al maquillaje, un cuidado mucho más responsable de una misma que mis cosméticos del súper. 
Haciendo un esfuerzo por no mirar nada más, le pido a la farmacéutica el botecito de Cristalmina y me saca dos opciones, o bien el botecito en una minicaja o bien un pack que reúne todo lo que necesito en ese momento para curarme, a parte de un neceser gracioso que imita una ambulancia Cristalmina (de regalo).
No es mucho más caro, es útil y decir que sí, me produce alivio después de evitar con la mirada La roche posay y clinique. 
Salgo de la farmacia y ya me siento tonta pero estoy deseando llegar a casa y organizar el kit en el neceser-ambulancia.

He vuelto a sucumbir a la promesa de satisfacer mis deseos que caracteriza el sistema de consumo actual. Pero solo he escuchado dicha promesa, porque mis deseos siguen instatisfechos en cuanto abro la puerta de casa. 
Y así se perpetúa la necesidad del consumidor, cada ejercicio destinado a satisfacer sus deseos se queda corto, pero siempre hay una nueva promesa con mejor pinta a la vuelta de la esquina, diciéndote que necesitas más dinero para lograr solucionar cualquiera de las miles de preocupaciones que martillean nuestras mentes. 
Desde la desesperación por desenchufar las necesidades que acometen a la cabeza constantemente, decides dedicarte a autopsicoanalizarte, un libro de autoayuda, seguir en Instagram a más psicólogxs, videos de youtube de bbva o terapias gratuitas de blogs de todo tipo de perversiones. En primera instancia, caso omiso a cada palabra, en segunda, chirría un párrafo y te vuelves a desesperar. ¿No me gusta este párrafo porque dice que tengo un problema?¿No me encaja porque lo que yo tengo entendido como bondad no es lo que recomienda?

 

Palabrejas

Entonces surgen un montón de palabrejas en tu cabeza, las que ya has leído doscientas veces en Twitter y comentado con las amigas como “dependencia emocional”, “ansiedad”, “tóxica”, “intolerancia”, “amor romántico”, “vacío existencial”. “depresión”, “autoestima”, “Marie Kondo”, “mind fullness”, “terapia”, “red-flag” y una serie de cosas en las que podrías verte como víctima o como responsable. Y cuanto más tiempo pasas indagando, vas adoptando todas estas ideas como propias y “reconstruyéndote”(se supone), para sentir algo de control sobre tu identidad en sociedad y ya de paso, conocer la supuesta explicación a la tristeza de un domingo por la tarde. Pero el dolor sigue, entonces profundizas aun más, lees sociología o filosofía con la esperanza de que  seas simplemente ignorante y este cansancio vaya a ir a mejor.

Puede que este sea uno de los pensamientos que no cambian, “nos mantenemos en una búsqueda constante”. Y de una amiga, a un autor o terapia, vas conociendo nuevos bien y nuevos mal. Entre tanto, te ves en esas actitudes que son criticadas como casi inhumanas, pero es que hace casi un instante, esas mismas eran “naturales” y entonces vuelta a la deconstrucción. Nuevas exigencias emocionales entre unos y otros y viceversa. 
Las relaciones humanas no iban a ser excepciones a las normas de vida actuales, igual que cambia constantemente la imagen atractiva, cambian las actitudes, el entendimiento y concepción de un mismo nexo humano.  
Somos juzgados y evaluados en cuanto a nuestra conducta de consumo, en todos los sentidos en los que este interfiere. Pero el sistema enmascara mediante la atracción, nuevas formas de conocer y controlar a los individuos, de manera que aunque creamos en “comportamientos hacia la libertad” y reivindiquemos la autonomía emocional, solo estamos formando parte de un nuevo ciclo iniciado para las masas. 

Domingo por la tarde 

El despertar de un Domingo por la mañana es el comienzo de la última oportunidad de satisfacer el esfuerzo de la semana, el momento de elegir un pasatiempo disfrutón y descansar la mente. Suele dar pie a comer con la familia, ir en busca de rayos de sol y darte algún capricho. Sin embargo, se convierte en una lucha interna por cumplir con el sentimiento que todas esas actividades deberían satisfacer y no perder tiempo en un vacío que a priori ni siquiera entiendes porqué está ahí. 
En un contexto en el que el consumo es protagonista o personaje secundario en casi todas las reuniones, conversaciones o espacios, poca secillez queda para llenar las manos cuando ya no hay nada que hacer, se ha terminado la peli de la tarde y ya es de noche. 
Puedes dar doscientas vueltas en el sofá y en tu cabeza, a ver si por una vez, encuentras la posición. Entre tanta resistencia se te ocurre castigarte un rato pensando en qué te falta. A ti. Qué más tienes que hacer, ser o poseer para servir, al resto y en especial, para servirte a ti que eres lo que te queda en ese momento. 
Echar un vistazo a alguna tienda online puede ser un alivio, o llamar a tu madre y preguntarle qué hace a ver si ella está tan aburrida como tú y la entretienes relatando lo bien que has consumido a lo largo del fin de semana, ya sea la peli, una cena con amigas o un paseo por el rastro. 

Vacío

¿comprarme

a mí misma?

Girará las veces necesarias hasta encontrar entre su libertad y seguridad una sólida mentira que sea adecuada como identidad. Y adecuada como identidad ya relata que desde luego no será propia en un principio. 
Es muy habitual que se abandere la libertad como potencia de empoderamiento de los sectores más oprimidos o excluídos . Así como fuerza para creer en una sociedad más agradable, pero quizá de nada sirva la libertad de elección sin la confianza de un entorno seguro. 
Porque irremediablemente queremos formar parte, aunque sea de algo que consideremos mejor que la actualidad. Constantemente esperando a un contexto diferente, pero desde dentro. Que haya alguien con quien llorar lo que no ha llegado a ningún lado y un rebaño donde regodearse de lo conseguido y compartir.

Chillamos por una mayor libertad como remedio universal, como si este mismo ejercicio no fuera el propio sistema poniéndote en bandeja un nombre común al que agarrarte. Pero lo hacemos en ese bucle de búsqueda de algo que nos esperance, en cuanto a lo que el mundo puede ofrecernos, así como en cuanto a lo que recibirá de nosotros. 
Como siempre, generando más deseos, más herramientas cuyo valor intentan apaciguar la propia incommprensión, de la búsqueda de la capacidad mínima para poder dormir y despertar, con más sentido que formar parte de una cadena de consumo. 
Pero evidentemente, desde dentro de ella. 
Por lo tanto, encontrar el sentido sinceramente humano de iniciar algo o denominarse a uno mismo como tal es casi imposile, quizá desde la aceptación de que siempre estamos en el proceso de elección, sin completar, en una identidad inauténtica, nos fortalecerá y permitirá el crecimiento sin la losa del juicio constante o la prisa por convertirnos en.  

Papel de la moda en las necesidades contemporáneas

Sistema desquiciado

“El engaño, el exceso y el desperdicio son garantía de la salud del consumismo” Zygmunt Bauman.

La imagen externa de cada uno tiene mucho poder en las esperanzas de su realización personal, la moda constituye un gran porcentaje del disfraz que utilizamos para creernos y que nos crean. 
Como anteriormente he mencionado, el sistema de consumo provoca en nosotros la búsqueda de una identidad a través de valores materiales, sociales o emocionales que son variables, es decir, cada cierto tiempo cambian y nos actualizamos con ellos para adaptarnos al entorno. 
El sistema actúa para que el deseo de satisfacción no se detenga, para ello, se da la obsolescencia programada, la publicidad, las influencers, los medios de comunicación y venta, rompen sus promesas anteriores de curarte y frustran la esperanza de realización. Sus aportaciones deben ser engañosas para que continúe el ensayo-error y la compra de algo “mejor”, dado que sin la frustración repetida de deseos, la demanda podría terminar. 
Sin embargo, seguimos creyendo en la eficacia de la búsqueda de algo nuevo, esto es gracias al batiburrillo que resulta de tantas “soluciones” expuestas y ofertas en escaparates. La presente suma de todas ellas, la exageración de estímulos cada vez que caminas por una ciudad, neutralizan el sentimiento de decepción y lo convierten en una pregunta más que hacerse a uno mismo.

Residuo 

Este ejercicio del sistema viene acompañado de montañas de residuo (aunque no sea lo que vemos al salir por la puerta de las casas de este lado del mundo), miles de productos, ideas de convivencia o de amor, destinos ideales, incluso retratos generacionales que están entre océanos y nuestras responsabilidades contaminando no solo el medio ambiente, si no también la seguridad sobre la salud mental y el criterio propios. 
Para perpetuar las expectativas y que las nuevas ofertas ocupen el vacío que lo recién deshechado ha dejado, el trecho entre la venta y el cubo de basura debe ser poco tiempo y el reemplazo rápido. 
Así se ofrecen (de una forma casi violenta en las redes sociales) nuevas colecciones cada semana o retiradas inmediatas de prendas que no han tenido éxito en 15 días. Las marcas de moda rápida alcanzan la variedad de gustos en toda tipología de prendas que esté en tendencia y clásicos, con un tallaje “más o menos” variado y un precio asequible, convierten ir en busca de una nueva adquisición para el armario, una compra semanal del supermercado. No hace falta ni siquiera llegar a la tienda física, según el estudio de Dana Thomas en Fashionópolis, el 52% de las compras online son devueltas o reemplazadas por un nuevo producto.(Thomas, 2018) 
La escala de valores actual sitúa la novedad por encima de lo que perdura en el tiempo.
La apropiación, el sentimiento de pertenencia de bienes materiales y de pertenecer a un grupo, ocupan un lugar curativo a corto plazo en nosotros. Por ello, los precios bajos y la facilidad que dan las marcas de moda rápida para la compra de cualquier producto, están irremediablemente inmersos en nuestra forma de vida. 

Es mío

Desde antes de 2017 existen numerosas empresas que alquilan moda de lujo a precios muy similares a los de Inditex o H&M, durante un periodo de más o menos un mes, puedes disfrutar del diseño original que comprarías de imitación a las anteriores empresas. No continuarías la demanda de nuevas producciones que generen mayor huella en el planeta, vestirías las piezas que admiras y con la misma velocidad que te olvidas de una prenda de fast fashion, devolverías la prenda para que otro puediera alquilarla. Sin embargo, esta herramienta no llega a tener tanto éxito, porque desde el inicio sabrás que no será de tu apropiación. 
Aún así, el consumidor sabe de la breve vida útil de los objetos de su deseo, desaparecerán y llegado un momento se desharán de ello con alegría como si de una limpieza de aura se tratara. 
Somos expertos en el consumo, las limitaciones de un producto se dan por sentadas, sus defectos siempre estarán por descubrir y nosotros al acecho de encontrarlos. Experimentamos la propiedad de estos y al primer indicio de insatisfacción los tiramos, no esperamos más ni llegamos a conocer todas las posibilidades que después de la energía gastada en su producción, esa prenda podría tener. Un rejuvenecimiento inmediato, nuevas aventuras, nuevas tendencias y fotos. 

¿Democratización de la moda?

Otro de los motivos por los que la moda rápida es un bombón, es la sensación de abundancia, el poder de la acumulación como forma de llenar los vacíos emocionales que el propio sistema se encarga de hacernos sentir. La perfección es un término casi obsoleto a día de hoy en mi generación, gracias a las tendencias de consejos repartidas en las redes sociales, se hulle de la calificación de “perfecto” o “perfecta”, como si fuera mayor significante de superficialidad que los falsos set de naturalidad y excentricidad. 
Las cualidades que describen y abren la puerta a formar parte de la masa, cambian con regularidad, por lo tanto más nos vale estar atentos, saber qué es cada cosa y en qué situación se encuentra, para volver a elegir quienes somos y añadir los nuevos ingredientes que confeccionan nuestra identidad externa. 

Las redes sociales han jugado un papel primordial en la democratización de la moda. Se habla de que la moda rápida es la causante de esto, bien, si habláramos de este país por ejemplo, la moda rápida copia el diseño de marcas de lujo y lo vende acorde al bolsillo de la mayoría de consumidores, por lo tanto, en cierto modo sí. Pero lo hace no solo pasando por encima del esfuerzo ajeno de un diseñador y todo su trabajo de meses, si no saltándose los derechos humanos de los menos privilegiados, las personas (en su mayoría mujeres) que viven en países en vías de desarrollo, con deficientes protecciones laborales, salarios más que injustos, acoso sexual en su lugar de trabajo y exponiéndose a tests de embarazos mensuales con la amenaza de ser despedidas, entre muchas otras cosas.  
Los trabajadores de Inditex afincados en Galicia gozan de comidas al aire libre en picnics con menús de 0,15 céntimos recién cocinados y actividades en la naturaleza. Pero en los lugares de su deslocalización, Bangladesh, Marruecos o Camboya, las trabajadoras de corte y confección subcontratadas se exponen a  jornadas de 12 horas en adelante y dos descansos para ir al servicio. Tras las tragedias dadas en fábricas textiles de estos países, se firmó el “Acuerdo sobre seguridad contra incendios y la construcción” que protege de derrumbamientos e incendios a los trabajadores , que hasta 2013 eran acinados en construcciones hechas con mucha prisa y sin las condiciones mínimas de seguridad. No se puede considerar que la moda rápida democratice la moda si durante muchos años ni siquiera le ha importado la vida de miles de personas que trabajan para su funcionamiento. Los gobiernos de estos países siguen sin permitirles la libertad de asociación y sindical. 
El abuso en las empresas subcontratadas se mantiene sin control y los trabajadores ni siquiera reciben una indemnización en caso de que las fábricas quiebren. 
 

Lo que a veces significa 

Es difícil retomar la proyección de futuro laboral en la moda entendiendo que esta es la realidad que ocupa mayor lugar en la insdustria. Sin entender la economía y con pocos recursos, la sensación es decepcionante, no quiero formar parte de ello, ni activar nuevas necesidades en nadie que perpetúen esta forma inconsciente e individualista de convivencia. 
Pero, este no es un problema nuevo, hace años que esta información es accesible y existen desde químicos, ingenieros, economistas a diseñadores que trabajan investigando y aportando nuevas formas de negocio, producción y diseño para dar alternativas a una indústria manifiestamente insostenible que se ha convertido en la segunda más contaminante del planeta. Ya sea por las emisiones de gases de efecto invernadero (10%) que superan las generadas por los aviones y los barcos de mercancías, por ser la mayor culpable del desperdicio de agua, o contaminar el 20% del agua potable mundial, sin contar la requerida para el mantenimiento de cada prenda, por el serio problema de montañas de residuo textil y las 500.000 toneladas de microfibras que terminan en los océanos. 

A día de hoy existen formas de cultivo de recursos sostenibles para la creación de tejidos, tintes nacidos de forma natural de la tierra, maquinaria de la que solo se requieren unos vasos de agua para lo que se requerían 10000 litros, así como de la que puede recuperar las fibras textiles de poliéster o algodón de prendas producidas, utilizadas y deshechadas. Hay personas promoviendo un mensaje de concienciación sobre el impacto de nuestros hábitos de consumo en el planeta y proponiendo nuevas formas de legitimar la moda respetando los derechos humanos y el medio. 
Hay un consumidor que está recibiendo este mensaje y quiere formar parte. Ya sea por un asunto de movimiento de masas, por empatía o respeto por una vida próspera. 
Los medios de comunicación hablan del problema, aunque lo hagan entre publicidades de todo tipo de marcas, las redes sociales permiten la difusión cada vez mayor (verdadera democratización de la moda), no solo de cada nueva tendencia, acción o desfile, si no también de la lucha y las nuevas iniciativas de moda sostenible. 

Resignación
 

Sería absurdo hablar del sistema de consumo como si pudiera criticarlo, para empezar porque me parece difícil de comprender, para continuar porque soy otro eslabón, víctima y asesina casi a partes iguales y para terminar, porque estaría dándome cabezazos contra un muro y solo sufriría. 
Estamos enredados en la maraña de deseos y egos y cada decisión ha sido antes seleccionada y puesta ahí para ti por otros con más dinero. 
Como ya he mencionado antes, hablar de libertad desde este lugar es una tarea con dependencias externas o soledades absolutas, hay alguien que dice que el hombre es libre cuando hace lo que le gusta. 
El cambio constante y crecimiento exigente son cansados y en mi caso, creo necesitar algo invariable, que se quede los domingos por la tarde,y quizá solo la aceptación del movimiento y las preguntas constantes  puedan ocupar ese lugar. 
Cambiar de opinión o revocar decisiones tomadas son un arma de supervivencia en un mundo en el que constantemente se deshecha la información y se pasa a la siguiente transacción, leer un libro y apegarse a este es un placer que simplemente no debemos permitirnos para no acostumbrarnos al sentido sugerido por él, al cual se le impondrá tarde o temprano un nuevo entendimiento en un nuevo contexto. 
Como sucede con los productos, que se diseñan con la seguridad de que no son para siempre, nosotros, sujetos de consumo, podríamos, simplemente estar eternamente inacabados, esperando a aprender otra pesada norma de convivencia. 

La autoestima es bapuleada día sí, día también, si la ponemos a merced de lo que el mercado espera de nosotros, es frustración y tirar el tiempo en un saco roto sin un ápice de cariño ni la distancia para poder utilizar la compasión o entendimiento de que responsabilizarse de la volatilidad del mercado es algo que no  acontece.
No tenemos esa autoridad, las promesas del sistema no se cumplen y el humano ha crecido con un cuento en el que sí se deben cumplir.
El empoderamiento, entendido en forma de masa, la reconstrucción de vínculos humanos, la capacidad de implicación entre unos y otros, por convertir la convivencia humana en un entorno hospitalario entre personas que luchan por autoafirmarse y desarrollar su potencial, podría ser la ecuación adecuada para dejarnos llevar por el devenir de los cambios que implican los mercados, desde la seguridad de un espacio público en el que las personas van de lo invididual a lo colectivo participando de los intereses, derechos y deberes comunes y respetando los privados. 
Sin tratar de adaptar al humano a la aceleración de los cambios, aceptar este hecho incontrolable e intentar que dentro de este quepa la acogida, el calor de la humanidad. 
La responsabilidad social ya es un objetivo y la cohesión social se da en numerosas luchas, pero parecen despertar bajo los caprichos del capitalismo, la lucha social prende la mecha de un sistema sin fin. En fin. Me parece muy difícil pensar cuando se pone lo aprendido en una cuerda floja. 
Quiero dejar de poner esfuerzo, no ir en contra del día a día buscando una justificación para vender ropa. Pero siempre deseo que sea diferente, probablemente aunque fuese más satisfactorio de lo que es, al fin y al cabo mantener las cosas en movimiento, es confianza en el cambio, seguridad, mantener la esperanza de la satisfacción.  

Este discurso barre la mierda debajo de la alfombra pero,¿acaso es posible levantar la alfombra entera? No digo que sea blanco o negro, pero, lo más sencillamente humano, como gritar o llorar se esconde y considera un problema. 
La sinceridad y poner las cosas encima de la mesa, son un lujo que creo, solo se revela verdaderamente (y de vez en cuando) en la intimidad. Y porqué no iba a ser un buen sitio. No sé. 

Incertidumbre, la falta de estructuras inamovibles emocionales, nos deja libres a usar nuestros propios medios para descifrar la realidad que se oculta tras las caras (nuevamente dogmatizadas) de nuestro alrededor. Hacemos conjeturas y sentimos, y sentimos sobre lo que sentimos. El proceso de entablar una relación con alguien es confuso y reflexivo, supervisando la intensidad de los sentimientos del otro y propios. Teniendo en cuenta todos los cambios posibles e ¿imaginando el final?

Yo quiero decir que hay normas que van en contra de nuestra naturaleza, en un mundo que no para de cambiar, me parece difícil que las relaciones humanas sigan dogmas si tenemos que adaptarnos constantemente a nuevos bien y nuevos mal, nuevas formas de querernos. 
Queriendo tratarnos y vernos. 

Apreciar la energía gastada

Ver valor en los objetos, en su producción

Apreciar la energía gastada, en la producción, tantas manos, desconocidas, con nombre y apellido, que ponen  su día a día en pequeños pasos para hacer finales. Escuchar nuestro propio cuerpo, la fuerza que buscamos dentro para hacer el café a las 7:00 am, asomarte y ver que el sistema no ha dormido en toda la noche, panaderos, recepcionistas de hoteles, camareros o cuidadores, tirando de su último aliento para llegar a la cama. 
La cantidad de veces que respiras y suspiras, míralo a tu alrededor, todos levantamos con más fuerza que inercia este ciclo siempre insatisfecho. Fortaleciéndonos de las pulsiones colaterales, contagiándonos, de “lo bueno y lo malo” pero concentrando un globo de energía que genera cambios y vida. 
Ineherente a cualquier sistema del que podamos hablar, seguimos produciendo movimiento, objetos que son resultado de esto, que no sirven para nada y a la vez, contienen lo único que no cambia, lo más buscado, la línea horizontal en la que te puedes apoyar un domingo por la tarde. Estás muy triste y aun así eres otra fuente de almacenamiento, uso y transferencia de energía. No quiero disfrazar hacer ropa de hacer algo importante, de hecho no puedo, porque en cierto modo ya lo es, cada prenda nos contiene. 
Participamos de lo que ocurre, observamos y reflexionamos. Que se quede ahí, en la reflexión, que dé pie a volver a hacerlo. 

Hecho por personas, hecho por fuerza, pensamiento y emoción
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